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Julio 20, 2021 - CORRER

Ultramaratón. Correr más allá

Cuando nos iniciamos en el running, el deseo de correr y completar un maratón es uno de los sueños que más anhelamos. Cruzar la meta de los 42 mil 195 metros significa para muchos de nosotros la culminación de un trabajo duro, ardua dedicación e incontables días de disciplina en cada entrenamiento. Pero para otros corredores, cruzar los 42 km es tan sólo el comienzo de un reto mucho más grande: la ultramaratón.

Una ultramaratón o carrera de ultra distancia no tiene una distancia oficialmente establecida, pues basta con que supere la distancia de un maratón normal para ser considerada como tal, aunque sí existen algunas distancias que la práctica ha vuelto convencionales: 50 y 100 km, 50 y 100 millas; e incluso 1,000 millas (1,600 km) que suelen correrse en varios días.

Carreras de locura

Los formatos dependen de la distancia a cubrir, y los tiempos para lograrlo van desde las 24 horas, hasta los días que sean necesarios para recorrer las distancias más estremecedoras, como la del Self-Transcendence 3100 Mile Race, que cubre 3 mil 100 millas equivalentes a un poco más de 4 mil 988 ¡kilómetros!

La Self-Transcendence es la carrera certificada más larga del mundo. Se realiza en la ciudad de Nueva York durante 52 días continuos a un ritmo donde los competidores corren lo equivalente a dos maratones convencionales, desde las 6:00 am y hasta las medianoche, dando más o menos 100 vueltas por día a una misma manzana (que mide media milla) en el barrio de Queens. Se sabe que desde el 2012, solamente menos de 40 corredores han logrado completar la carrera.

Claro que la Self-Transcendence es una muy notable excepción. Digamos que “lo convencional” son las carreras de 100 km, las cuales están avaladas por World Athletics (antes IAAF) el organismo mundial que rige las competiciones de pista y campo. Otro dato es que una ultramaratón puede correrse prácticamente en cualquier terreno: lo mismo en las calles neoyorquinas que en valles, montañas y desiertos, como el célebre Marathon des Sables, que se corre en el desierto del Sahara, en Marruecos, durante seis días hasta completar sus 250 km.

La legendaria tradición mexicana

En México, el ultramaratón no es un deporte nuevo. De hecho, uno de los registros oficiales más antiguos de esta modalidad deportiva, consigna la carrera de 100 km que recorrieron en 1926 los tarahumaras Tomás Zafiro y Leoncio San Miguel, desde Pachuca hasta la Ciudad de México, en un tiempo de 09 horas 37 minutos, lo que motivó al gobierno mexicano a solicitar al Comité Olímpico Internacional que se incluyera esta distancia como prueba oficial de atletismo en los Juegos Olímpicos de Ámsterdam 1928, moción que no obtuvo repercusión alguna.

Sin embargo, sí que los tarahumaras son toda una leyenda mundial en el arte de correr distancias impensables y su participación anual en el mundialmente conocido Ultramaratón Caballo Blanco, en las barrancas de Urique, Chihuahua, es un evento tan esperado como imperdible.

Celebrado en honor del ultracorredor californiano Michael Randall Hickman, alias Micah True y rebautizado por los tarahumaras como Caballo Blanco, la ultramaratón que hoy lleva su nombre surgió del amor que el atleta desarrolló por esta comunidad, tras conocer a un puñado de ellos corriendo los 160 km del Leadville Trail 100 (Colorado, EU) vestidos con sus multicoloridas camisas, taparrabos de manta y huaraches, dejando atrás muy fácilmente a corredores más experimentados y mejor equipados.

Correr une culturas

Impresionado de su resistencia, estilo de correr y sobre todo por su filosofía de vida, Micah True decidió seguirlos, conocerlos, hacerse uno de ellos y ayudarlos creando en el 2003 la Copper Canyon Ultra Marathon (Ultramaratón de las Barrancas del Cobre), una carrera para preservar su cultura y el legado de correr, donde los premios para los participantes locales fueran en especie: granos, ropa, animales de granja… A partir de entonces Micah ya no sería más un chabochi, un extranjero. Ahora él era Caballo Blanco, uno más de ellos.

La carrera se convirtió en una cita anual de enorme tradición donde nunca faltan los ultrafondistas internacionales deseosos de ser parte de un reto que trasciende el mero acto de correr.

Tras su muerte en 2012, el evento continuó bajo la dirección de Maria Walton, su pareja, y el nombre de la carrera cambió en su honor y de manera oficial, al de Ultramaratón Caballo Blanco.


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